
miércoles, 30 de marzo de 2011
La Casa de los Sueños

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viernes, 11 de marzo de 2011
El cuento de la rosa

Hace algunos años me contaron una historia, de esas que parecen poco creibles, porque son realmente un cuento, y suelen estar cargadas de mucha imaginación y sobre todo del encanto de lo sobrenatural. Lo cierto es que a pesar de todo, cuando las llevas a diferentes planos de la vida no parecen ser tan irreales...
Alonso, era un joven adinerado que había quedado huérfano de padre siendo aun muy pequeño, pero había heredado una gran fortuna, entre ellas una mágica colección de magníficas antigüedades y grandes obras de arte. De hecho en su gran mansión tenía una gran sala dedicadas a éstas y allí eran guardadas y cuidadas por él mismo, todo lo que entraba en la sala, formaba parte de su gran tesoro.
Un día iba caminando por el jardín, que todos los dias cuidaba con esmero, y observó que había nacido una rosa, de esas llamadas de pitiminí, era distinta a las demás y eso la hacía más hermosa. El joven quedó marravillado por el elegante sondeo de sus pétalos, y por el carmín vivaz conque vestía. Así que la cortó para decorar el salón de su gran casa.
Una vez la puso en agua, pensó que era muy hermosa y que merecía estar en la sala magistral donde guardaba sus obras de arte y pasaba tanto tiempo, así que la colocó en el mejor sitio, sobre la enorme chimenea barroca que presidía la sala.
Alonso se llevaba todo el tiempo mirando la rosa, incluso descuidó la limpieza del resto de las obras porque pasaba horas mirándola. La cuidaba y la mimaba, incluso llego a poner unas gotas de lejía en el agua que cambiaba continuamente para que su hermoso aspecto perdurara.
Al día siguiente, Alonso hizo lo impensable, y almorzó incluso en aquella sala, porque era consciente de que tarde o temprano la rosa se marchitaría y no quería perder ni un momento de tal belleza. Y de repente ocurrió lo sobrenatural de la historia, la rosa le habló:
-Alonso , dijo la rosa.
-Alonso, soy yo, Rosa.
El chico quedó admirado, se froto los ojos y algo asustado se fue acercando a la misma y dijo:
-¿Eres tú?
Y la rosa afirmó.
El joven no daba crédito a lo que estaba ocurriendo y antes de que pudiera reaccionar, la rosa le dijo que no temiera, que sólo quería decirle que nunca había sido tratada tan bien, pero que necesitaba volver al jardín, que allí se sentía encerrada, encarcelada y que necesitaba sentir la brisa del aire y la luz del sol. Así que Alonso inmediatamente, abrió el gran ventanal y la puso sobre una mesa para que le dieran los rayos que por ella entraban. Y la rosa quedo contenta.
Pero al atardecer, la rosa volvió a pedirle que la llevara al jardín, porque entre tantas obras de arte se sentía desdichada y acomplejada porque su belleza no era tan grande entre éstas y Alonso intentaba convencerla de que no pensara así, que para él era la más importante, y que por eso la había puesto en el mejor lugar de la sala y le hacía ver que las demás obras de arte habían sido creadas por manos humanas y que su belleza no tenía comparación alguna porque era natural y que si la llevaba al jardín el frío, la lluvia o el fuerte sol podrían hacerle daño y que allí en la sala el cambiaría a diario su agua y la ayudaría el tiempo que necesitara, y la rosa quedó contenta.
Al llegar la noche cuando Alonso cenaba mirando a la rosa; ésta, confundida porque no sabía si hacía bien al pedir que la llevará al jardín, porque sabía que como su jardinero nadie la cuidaría; en un ímpetu de alardes de libertad, le volvió a decir al joven que la llevará al jardín, que no le importaba el descuido del exterior pero que la llevara porque de lo contrario, se marchitaría.
Alonso hacía lo imposible por hacerle entender que él solo quería lo mejor para ella, pero la rosa no lo entendía y le pidió tiempo, porque allí tarde o temprano se marchitaría; de hecho la pequeña hoja que tan orgullosa llevaba ya se había marchitado y no soportaba su pena, necesitaba salir al jardín, porque solo con el viento, su polen podría caer en la tierra y crecer de nuevo una hermosa rosa.
Al final de la noche, Alonso accedió y la volvió a plantar lo mejor que pudo.
Durante días no quiso salir al jardín y pensaba en volver a buscar otra flor más hermosa que si agradeciera sus cuidados, pero era incapaz, no podía olvidar el olor de la rosa, así que espero.
Una mañana que se sintió con fuerzas para ir donde había plantado la rosa, vio que solo quedaba la rama marchita y Alonso lloró desconsoladamente. Pero de repente escuchó una voz que lo llamaba:
-Alonso, Alonso, soy yo, tu rosa.
Alonso miró y no la veía, pero descubrió una nueva simiente cargada de nuevas rosas.
Alonso descubrió que gracias a que su rosa se había marchitado y su polen se había dispersado, pudieron nacer nuevas rosas que le alegraran la vista para siempre.
A veces en la vida queremos que las cosas nos ocurran en el mismo momento, somos incapaces de esperar. Nos sucede en muchos aspectos, cuando esperamos la nota de un examen, cuando esperamos alguna llamada de trabajo, un amigo, la persona amada... y así sucesivamente.
No sabemos mirar mas allá de lo que queremos ver en ese momento, por eso la paciencia es un bien tan preciado y que seguro estoy, de que si fuésemos capaces de esperar, todo nos iría mucho mejor, porque la impaciencia lo único que nos genera es nerviosismo, malestar y ganas de tirar la toalla. Del mismo modo nos entregamos tanto a algo o a alguien dando lo máximo de nosotros que descuidamos otros aspectos de la vida y cuando descubrimos que el otro no nos puede dar la vida o no nos agradece como quisiéramos, pensamos que no nos quieren o que no nos merecen.
Por otro lado, está la actitud de la rosa, que es incapaz de ver que ella es lo más importante para alguien, (en este caso Alonso). Ella estaba inmersa en una serie de complejos que le hacían imposible ver que Alonso la veía la más bella y delicada entre todas sus obras, pero ella no era capaz de verlo, se sentía desdichada y desagraciada. Y a la vez solo quería buscar su felicidad, y no se daba cuenta de que una vez cortada ya no podría brotar y que Alonso la cuidaba lo mejor que podía, que en ese momento era lo mejor que le podría haber pasado. Muchas veces somos incapaces de ver lo importante que somos para otras personas, porque estamos tan acostumbrados a que éstos se entreguen por completo que no somos capaces de valorarlo.
A mis compadres...(Triana y Alberto)
lunes, 7 de marzo de 2011
Diferentes

Recuerdo que de niño, un profesor de mi escuela nos contó una historia de dos buenos amigos, que eran inseparables. Desde niños habían estado juntos, no concebían sus vidas de forma separadas.
No había diferencia alguna entre ellos, más que el color de sus pieles y sus creencias religiosas.
Santiago y Mohab, así se llamaban. Los dos eran andaluces, de Cádiz capital, Santiago era hijo de padres cordobeses pero por el trabajo de su padre se vinieron a vivir a Cádiz mucho antes de que naciera él; y lo mismo le ocurría a Mohab hijo de gaditana y padre marroquí.
Los dos gaditanos de nacimiento, eran vecinos y siempre habían estado unidos, era tanta la coincidencia entre ellos que incluso algún que otro año celebraron sus cumpleaños juntos, pues tenían los mismos amigos y la diferencia entre ellos era de tres días.
Santiago, era católico y Mohab, musulmán, esa era la única gran diferencia entre ellos.
Nos contó nuestro profesor, que una noche de verano los niños que ya eran adolescentes, regresaron algo más tarde de lo común de la playa porque hacía una noche muy calurosa y cuando ya venían de recogida los asaltaron y a punta de navaja les quitaron lo poco que llevaban.
Cuando pudieron regresar a casa, iban algo asustados por lo que les había ocurrido y Mohab sintió frío, así que Santiago le dejó la sudadera que llevaba anudada en la cintura. Entonces comenzaron a hablar de la vida, de lo que les podría haber pasado y de que ellos serían incapaces de matar a nadie. Pero Mohab le dijo a Santiago:
-Santi, eres mi mejor amigo, siempre hemos estado juntos en todo y sabes que te defendería a muerte, pero solo si hubiera una guerra Santa, sería capaz de matarte.
Santiago río, esperando que todo fuera una broma, pero Mohab le dijo:
-Santi, amigo, te lo digo totalmente en serio, si hubiera una guerra Santa, serías al primero que mataría, porque te quiero mucho, y sería para mi un gran honor hacer que entraras en mi cielo, tú por víctima y yo por santo.
Santiago volvió a casa entristecido, porque no daba crédito a lo que le había dicho su mejor amigo, y pasó toda la noche dándole vueltas a la conversación que había mantenido con su amigo Mohab.
Al día siguiente, Santiago no quiso ver a Mohab, y así estuvo todo el mes que quedaba de verano.
Pero llegó septiembre y de nuevo, empezó el colegio y Santiago un día charlando en clase con uno de sus maestros, le contó lo que le había ocurrido con su mejor amigo. El maestro, que era hermano de la Salle, le dijo:
- Santi, sin duda alguna tu amigo te quiere mucho, porque para él lo más importante es que te salves. Nosotros los cristianos en cambio tenemos otra ley, que es el Mandamiento del Amor y en ese caso, somos nosotros los que tenemos que morir para que otros se salven. Mira a Jesús, es el mejor ejemplo que podemos tener de entregarse hasta la muerte.
Santiago llegó a casa y recapacitó sobre lo que le había dicho el hermano Sebastián y por la tarde, después de merendar y haberle dado muchas vueltas al tema, fue como siempre había hecho a casa de Mohab, dispuesto a darle una explicación por su actitud.
Santiago, después de pensárselo mucho, llamó a la puerta y Mohab al verlo guiñó un ojo y le dijo:
-Tío que pasa, entra en casa, que ayer te fuiste tan rápido que no me dio tiempo a devolverte la sudadera que me prestaste...
Nuestro maestro nunca nos dijo si Santiago y Mohab tuvieron alguna conversación para explicarse el uno al otro lo que había ocurrido (supongo que si la tendrían), pero lo que si nos dijo es que aquellos niños eran compañeros suyos de clase y que por eso sabía esta historia y que aun hoy de mayores, ya casados y con hijos, seguían siendo grandes amigos porque el los había visto.
A veces hay diferencias que a priori son capaces de romperlo todo porque no entran en nuestra razón.
Somos diferentes, distintos, es cierto pero eso es lo mejor de todo. Dios nos hizo diferentes pero a todos nos creó de la misma forma, con Amor.
No hay nada imposible de solucionar, todo tiene remedio.
Pensando hoy en esta historia, imagino lo mal que se sentiría Santiago cuando Mohab le dijo que si hubiese una guerra Santa lo mataría, pero a los hechos me remito esta historia nos la contó hace muchos años un maestro del colegio y aun hoy no ha habido ninguna guerra de éstas. ¿Porqué entonces vamos a pensar en algo que posiblemente no vaya a pasar?
A todos los que son diferentes.
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