domingo, 26 de febrero de 2012

Loca de amor...




Ayer me contaron una de las historias de amor más tristes que había escuchado, pero a la vez de las más sorprendentes.

Fue un cliente, había sido durante más de 50 años trabajador de renfe y el hombre se indignaba de ver la situación por la que se encontraba nuestro país y que la que había sido casi toda su vida su "casa" (como él mismo se refería a la empresa en sí), se encontrara contínuamente de huelga, cada vez que se acercaban las fiestas grandes de Cádiz, me decía:

-¡No hay derecho!, no saben lo que es trabajar, sólo saben quejarse... Si hubieran conocido los tiempos del carbón, las máquinas de vapor, eso si que era "pa" quejarse, y no las "tonterías" que dicen ahora...

A mí personalmente, me resultaba gracioso, porque veía como se iba enfadando cada vez más y lo que más gracia me hacía, era que nadie lo contrariaba, sino todo lo contrario, le dábamos la razón.

Tras casi una hora de batallas de todo lo que había hecho, conocido y vivido, dentro de la maquinaria del tren, sin saber cómo, terminó hablando de Lola, una bellísima cordobesa, que al parecer enamoraba a todo el que miraba. Yo pensé que sería su esposa, porque mientras hablaba se le notaba el brillo en los ojos de no poder contener la emoción; y mientras se justificaba diciendo, que él era un hombre, y que se vestía por los pies y que eso de que los hombres no podían emocionarse eran tonterías, lo que denotaba que en parte se avergonzaba de emocionarse delante nuestra (pronto me di cuenta de que Lola, no era su mujer porque hizo algunos comentarios sobre que hacía dos años que había salido en libertad y yo le pregunté si había estado en la cárcel y el riéndose dijo que no, sino que hacía dos años que Dios se llevó a la madre de sus hijos y que antes lo debería de haber hecho, porque fue la persona más mala que había conocido).

Y así nos contó que siendo niño, cuando llevaba poco tiempo de "chicuco" en la estación de Córdoba, y su única labor era la de acarrear sacos de carbón para tirarlos a la caldera del tren, vio a una joven preciosa de piel morena y labios muy rojos, sentada en un banco.

-Olía muy bien, deje de oler a quemado, solo olía a flor de mayo, azahar.

José, su maestro, le dio un "castañazo" en la cabeza para que no se parara y siguiera trabajando, y la joven que se dio cuenta, se acercó y le dijo: ¿Cómo te llamas tesoro? y él contestó:-Francisco Gutiérrez Morillas, para servirle a usté y a Dió. La muchacha río y le dijo:- "toma esto bonito que tendrás la garganta seca" y le ofreció un caramelo de limón (según Paco, el más bueno de su vida).

Paco lo cogió y le dijo: - Gracia señorita doña. La muchacha sonrío y le dijo :- me llamo Lola, y Paco le dijo:- Po usté puede llamarme Paquito.

Paco, que es como se llama este señor, nos dijo que se llevó todo el día pensando en volver a Córdoba para ver si allí seguía la joven. Por la noche cuando llegó, del viaje a Madrid, ya no estaba...

Años después, cuando Paco ya era empleado y había crecido, y volvió de nuevo a trabajar en la estación de Córdoba, pues durante unos años se trasladaron a Jaén, porque su madre quedó viuda y se fue a trabajar a la aceituna: dice que vio un 14 de febrero a una Señora de mediana edad, muy bien vestida sentada en la estación y de nuevo llegó a él el olor a flor de mayo, que esta vez le había sido más fácil oler, porque ya no se usaba el carbón. Cuando terminó la jornada y ya no se esperaban más trenes en la estación, dice que aquella Señora seguía sentada en aquel banco.

Como todos los días, Julio, el guarda de la estación que también había sido "chicuco" como él, lo esperaba para tomarse un "lingotazo" en el Bar Santos, y dice que le preguntó: Julio, esa mujer lleva "to" el día aquí, ¿ le pasará algo? Y su compañero le dijo: -Paco, que mal te ha "sentao está tanto tiempo en Jaé". Esa es la loca de febrero, "to" los años viene y se arma la de "Dió". Por lo visto, su novio que era militá y estaba destinao fuera, le mandó una carta diciendo que venía a verla pa casarse con ella, y al final no apareció, se llama Lola, y es de buena familia de Montilla, tiene tierra pal vino; vamó Paco no te vaya a acercá que yo ya pague una vez la novatá y se creía que yo era Curro, su novio y tuvo que venir la Guardia Civil y llevársela de la que me lió. ¿Tú ta´cuerda de José, el maestro? Él mismo leyó una vez la carta y por eso se la historia.

Paco nos ha dicho que ahora que está jubilado y que de vez en cuando vuelve a la estación para hablar con los pocos que quedan de sus compañeros, y como le sale gratis el tren, aprovecha para dar su vuelta en la cabina y dice que ya nadie se acuerda de Lola.

A veces vivimos aferrados a historias que nos han marcado y somos incapaces de pasar página. Siempre he escuchado que cuando se cierra una puerta se abre una ventana, pero muchas veces somos incapaces de mirar a través de ella. Hoy es el momento de comenzar una nueva etapa.


A los "locos enamoraos"...